La vida contiene historias de madres, de madres heroicas que a veces en situaciones extremas se convierten en heroínas para salvar a sus hijos; como por ejemplo, Stephanie Decare que en marzo del 2012, allá en el Estado de Indiana, enfrentó un tornado que sacudió los cimientos de su casa. Ella entonces llevó a sus hijos de 5 y 8 años de edad al sótano, los cubrió con su cuerpo y luego los escombros cayeron sobre ella. Sus niños se salvaron pero ella perdió sus 2 piernas. Sin embargo, ella dijo después: “Mis hijos valen más que mis piernas”. Stephanie sobrevivió para contar su historia, más no así Carla Serino, del Paso Texas, quien al conducir su automóvil un neumático se reventó, perdiendo el control del vehículo, estrellándose y quedando atrapada con dos niños adentro y el automóvil ardiendo. Ella quedo aprisionada pero logró que sus hijos salieran. Luego ocurrió la explosión fatal que acabó con su vida, mas sus hijos se salvaron.
¡Madres heróicas! Como Shery Duncan que estando en una playa en Italia fue arrastrada con su hijo por las olas mar adentro. Ella pudo mantener a flote a su hijo, de 12 años, hasta que llegaron los rescatistas. El hijo se salvó, mas ella se hundió y se ahogó. Historias que conmueven, historias de amor extremo de madres heroínas. Bien lo dijo el Señor Jesús, refiriéndose a esta clase de amor en Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
Al caso que hoy nos ocupa, es como si el Señor dijera: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus hijos”. En Havor Massachusetts, hace poco Cristina Simmons, una joven madre de 23 años, estando en el tercer piso de un edificio incendiado, saltó con su bebe de 18 meses en el brazo hasta caer al pavimento. Ella declaró al noticiero de ABC: “Cuando me acerqué a la ventana y miré para abajo, yo sabía lo que debía hacer”. Ella sufrió lesiones en su espina dorsal que la dejarán paralítica por el resto de su vida; no obstante, manifestó que no le importaba, y agregó: “Todo el dolor y la angustia que sufrí valen la pena, con tal que yo vea a mi bebé Cameron crecer, correr y jugar”.
Sin duda, el amor de una madre es lo que más se asemeja al amor de Dios en esta tierra, un amor que se sacrifica y que incluso está dispuesto a dar su vida por el bienestar de su criatura. En un grado superlativo y supremo, vemos este amor en acción, en el caso de nuestro Redentor Cristo Jesús, quien de acuerdo a Hebreos 12:2 declara que “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.
Imagínese al victorioso y triunfante Salvador, El Señor Jesucristo sentado ahora mismo a la diestra del Padre y gozándose con ese gozo que lo hizo menospreciar la vergüenza de ser clavado en una cruz destinada para criminales y morir así porque miraba más adelante, anticipando el gozo de ver hoy día y a lo largo de los siglos a millones de pecadores, redimidos en su sangre preciosa en todas las naciones de la tierra; el gozo de verte a ti y a mí, mi hermano, que antes éramos esclavos del pecado y bajo el dominio del diablo y que ahora somos libres para amar y servir a Dios y adorarle en Espíritu y en verdad con vidas cambiadas y que algún día iremos al cielo para estar con Cristo por toda la eternidad. Sin lugar a dudas, valió la pena la cruz, valió la pena todo el dolor, sacrificio y castigo que Jesús sufrió para salvarnos y hacernos sus hijos.
Si una madre se sacrifica por sus hijos, ¡Dios mucho más! Porque entregó a su hijo, a una muerte cruel, cosa que ninguna madre haría. En este Día de las madres quiero enfocar mi mensaje en tres puntos:
El amor de Dios, es un amor redentor que sufrió la cruz por el gozo puesto delante, como ya vimos.
El amor de Dios es un amor protector semejante al amor protector de una madre. Con respecto a la nación de Israel, que rechazó al Mesías, Cristo en su primera venida, Él dijo en Lucas 13:34 “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!”. Muchas veces Dios trató de proteger a Israel del juicio a través de la advertencia de los profetas, con alas de misericordia, como las alas de una gallina que protege a sus polluelos contra los ataques del águila o de un gavilán, pero Israel rechazó a su Salvador y por tanto perdió las alas de la protección de Dios, y Jerusalén fue destruida unos 40 años después por Roma y los judíos dispersos por todo el mundo.
Cuán condescendiente es el amor protector de Dios hacia nosotros, que Él lo compara con las alas protectoras de una gallina hacia sus polluelos.
En la actual dispensación de la Gracia, el creyente en Cristo está bajo la cobertura y la protección de alas de bondad y de misericordia. ¿Por qué cree que el Salmo 91:1 nos dice “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. ¿Sabía usted que la sombra del Omnipotente conlleva la idea de alas? Esto lo sabemos porque el contexto del verso 4, nos dice “Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”. La figura de las alas proviene de las alas de los querubines que estaban en el Lugar Santísimo y que Moisés mandó a labrar según el modelo que Dios le mostró en el Tabernáculo. El Shakinnah o la luz de la Gloria de Dios iluminaba por encima de las alas extendidas de los dos querubines, y en consecuencia, debajo de esas alas, se producía una sombra que se proyectaba debajo de esas alas donde estaba el propiciatorio donde el Sumo Sacerdote vertía la sangre del sacrificio. El propiciatorio, que estaba debajo de la sombra de las alas de los querubines, era un tipo de Cristo y del creyente en Cristo que está bajo la sombra protectora del Omnipotente.
Esta sombra producida por las alas de la bondad divina nos cubre y nos protege contra todo ataque del diablo, nos da seguridad ante tantos peligros cada día y librándonos de tantos males que ni siquiera nos damos cuenta; como está escrito en el Salmo 61: 4 “Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas”.
El amor de Dios en primer lugar es un amor sacrificial y redentor; en segundo lugar es un amor protector bajo alas y plumas de bondad divina que nos da seguridad.El amor de Dios es un amor que nos satisface como los pechos de una madre satisfacen a un bebé. Trate de separar a un niño recién nacido o de meses que aún no ha sido destetado, por más que usted le dé un biberón, nunca quedará satisfecho. Llorará y llorará hasta que vuelva a sentir el calor del pecho de su madre. El mamar de esos pechos es lo único que lo satisface. En la Biblia Dios se compara así mismo con los pechos de una madre porque Él es el único que puede saciar nuestra alma, cuando tiene hambre y sed de Dios. Por eso, Él se designa a sí mismo como El Shaddaí, como el Dios Todopoderoso que en la raíz hebrea significa, El Todosuficiente, el único que nos sacia así como el pecho de una madre es lo único que satisface a su criatura, como leemos en Isaías 66:11 “para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria”.
Dios bendiga a todas ustedes madres en su día, madres que en su momento dieron de su pecho a sus hijos y que mientras crecían, procuraron saciar todas sus necesidades. Dios bendiga a mi propia madre, la señora Felicia de Cooper, que va rumbo a sus 99 años de edad, quien en su momento también me atendió y sació mis necesidades. Dios bendiga a mi esposa, la hermana Diana de Cooper, madre de mis dos hijas, Karen y Karina, quienes experimentaron el cuidado de una madre que supo sacar tiempo para dedicarse a ellas durante su niñez y durante su adolescencia. Hoy ambas están casadas y viven en los Estados Unidos pero viajaron a Panamá por turnos en agosto del 2018 para asistirla, luego de que ella sufrió un paro cardiaco quirúrgico por 10 minutos, luego de los cuales, por la misericordia de Dios revivió. Al presente está en un proceso favorable de recuperación y rehabilitación. Después de todo lo que ella pasó, es un milagro de Dios, que la hermana Diana esté viva, andando, hablando, riendo y viviendo con su servidor.
Agradecemos a todos los hermanos, que en su momento, de una u otra forma nos hicieron sentir que no estábamos solos, apoyándonos con sus oraciones y sus ofrendas de amor. Nuestras hijas tienen una palabra de gratitud a Dios y testimonio con respecto a Diana en este Día de las madres:
”Debemos testificar y dar gracias a Dios porque esta gran prueba para la familia fue una ocasión para ver el cuidado y la fidelidad de Dios que nos puso en gracia con mucha gente, algunas de las cuales nunca pensamos que nos llamarían, pero se hicieron presentes. Les podemos decir que el Dios que tuvo cuidado de Diana, tiene cuidado de ti, madre”.
Y el mayor ejemplo de esto lo tenemos en Cristo Jesús, quien a pesar de sus agonías en la cruz, dijo a Juan el discípulo amado, en Juan 19:26-27, “Hijo he allí a tu madre, madre he allí a tu hijo”. Después de estas palabras del Señor, Juan recibió a María en su casa. Aparentemente José, marido de María, ya había muerto y Jesús dispuso el cuidado de su madre al discípulo amado. María estuvo entre los 120 discípulos en el aposento alto y quienes recibieron el bautismo del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. María, así como todos los apóstoles que murieron, está en el cielo en la presencia de Cristo esperando el día que el regrese a esta tierra para resucitar sus cuerpos, pues los muertos en Cristo resucitarán primero, y luego nosotros que estemos vivos, y que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir al Señor en el glorioso día del rapto de la Iglesia que estamos esperando, porque ¡Cristo viene! Y hasta que llegue ese momento, Dios que es fiel seguirá cuidando de su pueblo, como seguirá cuidando de ti, madre. Dios ha oído tus oraciones; tus lágrimas no han sido en vano, tus oraciones no han sido en vano; la respuesta a tu oración viene, tu bendición está en camino. En el Salmo 86:7, David dijo “En el día de mi angustia te llamaré porque tú me respondes”. Amén.
Sigue clamando y esperando. El Señor responde y pronto viene. En Lucas 12:40 Él nos exhorta y dice: “Vosotros pues también, estad preparados, porque a la hora que no penséis el Hijo del hombre vendrá”.